De la Antología de Cuento: “Sueños en tinta”, Letraskiltras, Chile, 2014
Era la fiesta de la Virgen de Mercedes y
toda la gente lucía sus mejores vestidos, el atrio de la Iglesia parecía un
perfumado jardín con mariposas de colores. Por las calles empedradas se paseaba la alegre
carroza escoltada por los infaltables músicos y los fascinantes “viejos”, que
con sus máscaras asustaban a cualquiera. Pero alguien no estaba en el
desfile…¡Claaaro! ¡El inconfundible de dos cuernos y gran cola! ¡El señor Diablo!
El Diablo, mientras tanto, corría y
corría sofocado por escabrosos atajos, dado que estaba retrasado en el festín.
De repente un anciano ─que escuchó tan sólo el ruido─ se echó a correr muerto
de miedo y dando un vistazo atrás, detectó al Diablo que corría en la misma
dirección que él, en ese momento un sudor helado recorrió su cuerpo que se le
puso más pesado, pero no dejó de correr.
Cada uno en su afán: desesperados saltaban cercos, ríos, zarzales,
hasta que al Diablo se le ocurrió pensar: “Jimmmm, éste cree que soy un
espíritu y quiero ganar su alma”, entonces le gritó:
─¡Hey! ¡Soy
yo, el Diablo de la fiesta!, mas el anciano ─que iba sumamente espantado y
enloquecido─ creyó oír: “¡Detente viejo, que ya estás en mi costal!”
De repente el hombre tropezó y cayó,
sin pensarlo dos veces el Diablo se lo
echó al hombro y, casi exhausto, llegó al desfile cuando ya todo había
pasado. Muy
disgustados sus compañeros viejos le replicaron:
─¡Vos!, por
andar asustando gente no viniste a la alegría de las carrozas y a bailar con
nosotros. ¡Irresponsable! ¡Por eso, a las doce de la noche te chamuscaremos la
cola y los cachos, como castigo!
Y así fue, esa noche, después de ponerle
la pólvora le encendieron fuego. La
gente gritaba llena de alegría por la novedad… Pero espérense, también el
anciano se carcajeaba, a pesar del susto que se llevó con “don Diablo”.
Desde ese entonces ─en la fiesta de la
Virgen de Mercedes─ no puede faltar la quema del Diablo a las doce en punto de
la noche.
Era la fiesta de la Virgen de
Mercedes y toda la gente lucía sus mejores vestidos, el atrio de la Iglesia
parecía un perfumado jardín con mariposas de colores. Por las calles empedradas se paseaba la alegre
carroza escoltada por los infaltables músicos y los fascinantes “viejos”, que
con sus máscaras asustaban a cualquiera. Pero alguien no estaba en el
desfile…¡Claaaro! ¡El inconfundible de dos cuernos y gran cola! ¡El señor Diablo!
El Diablo, mientras tanto, corría y
corría sofocado por escabrosos atajos, dado que estaba retrasado en el festín.
De repente un anciano ─que escuchó tan sólo el ruido─ se echó a correr muerto
de miedo y dando un vistazo atrás, detectó al Diablo que corría en la misma
dirección que él, en ese momento un sudor helado recorrió su cuerpo que se le
puso más pesado, pero no dejó de correr.
Cada uno en su afán: desesperados saltaban cercos, ríos, zarzales,
hasta que al Diablo se le ocurrió pensar: “Jimmmm, éste cree que soy un
espíritu y quiero ganar su alma”, entonces le gritó:
─¡Hey! ¡Soy yo, el Diablo de
la fiesta!, mas el anciano ─que iba sumamente espantado y enloquecido─ creyó
oír: “¡Detente viejo, que ya estás en mi costal!”
De repente el hombre tropezó y cayó,
sin pensarlo dos veces el Diablo se lo
echó al hombro y, casi exhausto, llegó al desfile cuando ya todo había
pasado. Muy
disgustados sus compañeros viejos le replicaron:
─¡Vos!, por andar asustando
gente no viniste a la alegría de las carrozas y a bailar con nosotros.
¡Irresponsable! ¡Por eso, a las doce de la noche te chamuscaremos la cola y los
cachos, como castigo!
Y así fue, esa noche, después de ponerle
la pólvora le encendieron fuego. La
gente gritaba llena de alegría por la novedad… Pero espérense, también el
anciano se carcajeaba, a pesar del susto que se llevó con “don Diablo”.
Por: Teresa Del Bosque.
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