publicado en La prensa Gráfica de El Salvador
http://www.laprensagrafica.com/2014/06/22/el-talento-de-cesar-menendez
César Menéndez ganó en 1981 un certamen centroamericano y obtuvo una beca para estudiar en Nueva York. A los cuatro años regresó a su patria.
Ha participado en más de 100 exposiciones en diferentes países, como Panamá, Estados Unidos, Cuba e Italia. Destacado por su oEbra con muchos premios y honores, entre ellos la medalla Chevalier des Arts et Lettres, en Francia en 1996, y el Primer Premio de la Bienal de Miami, en 1986.
Indiscutiblemente las obras de César son parte del atractivo principal para todas las personas salvadoreñas y latinoamericanas en la colección permanente del Museo del Barrio en Nueva York; el Museo de la Américas de la Organización de Estados Americanos en Washington, D. C. y el MoLAA, entre otros.
Este artista plástico nació en Sonsonate y se dice que su inclinación al arte la obtuvo desde muy niño, él gozaba esculpiendo figuras de barro con su hermano. Luego calcaba caricaturas del periódico y en el colegio hacía carteles y dibujos en la pizarra.
Estudió en el Centro Nacional de Artes de El Salvador de 1971 a 1974 y fue en este centro donde se relacionó con otros artistas, entre ellos su mentor, Benjamín Cañas. Su obra en general es rica en conceptos e imágenes que nos llevan a un límite profundo entre el expresionismo y el surrealismo, pero igual forma podemos observar en algunas el tema abstracto.
Sus pinturas presentan paisajes nocturnos de lagos y una religión en escenas de imágenes de curas y de procesiones. Otra temática, son los bellísimos puertos, donde nos entrega su eterno romanticismo. Vemos imágenes de perros y la sensualidad de los caballos, entremezclados en personajes de centauros y perros rabiosos. El talento de César lo ha llevado a encontrar las oportunidades que él buscaba, para poder entregarle a su país lo mejor de sí mismo: su arte.
Otro aspecto que es bueno recalcar en César Menéndez es su voz que clama y llama a la reflexión sobre la urgente necesidad de crear políticas culturales con verdaderos valores humanos y por supuesto con los componentes necesarios que promuevan el bienestar de las personas que dedican sus vidas al arte y la cultura.
Hoy, viene a mi mente su serie titulada “Remolinos”, donde vemos el concepto del nacer, vivir, amar y morir en una vida llena de convulsiones, todo en camas que giran en torno del sentimiento, la existencia y la muerte. Esta serie, para mí, representa nuestro sentir como personas artistas y escritoras, la cotidianidad de nuestros valores, sueños y miedos.
Es tiempo de volver a insistir sobre la inquietud de César y del gremio entero. Insistirle al presidente Salvador Sánchez Cerén para que vele por la seguridad social de una población que permanece invisibilizada y cuyo trabajo no se valora con seriedad.
Necesitamos no solo una ley y un reglamento de Cultura, revisión de leyes, reglamentos y normativas, es urgente que se dé un espacio de honor a la cultura, que el gobierno le otorgue un mayor presupuesto institucional; y hacer comprender a la cultura como una herramienta que nos lleva al desarrollo humano, a la prevención del delito, al combate de la violencia social, la rehabilitación penitenciaria y la accesibilidad de las personas con discapacidad.
Ha participado en más de 100 exposiciones en diferentes países, como Panamá, Estados Unidos, Cuba e Italia. Destacado por su oEbra con muchos premios y honores, entre ellos la medalla Chevalier des Arts et Lettres, en Francia en 1996, y el Primer Premio de la Bienal de Miami, en 1986.
Indiscutiblemente las obras de César son parte del atractivo principal para todas las personas salvadoreñas y latinoamericanas en la colección permanente del Museo del Barrio en Nueva York; el Museo de la Américas de la Organización de Estados Americanos en Washington, D. C. y el MoLAA, entre otros.
Este artista plástico nació en Sonsonate y se dice que su inclinación al arte la obtuvo desde muy niño, él gozaba esculpiendo figuras de barro con su hermano. Luego calcaba caricaturas del periódico y en el colegio hacía carteles y dibujos en la pizarra.
Estudió en el Centro Nacional de Artes de El Salvador de 1971 a 1974 y fue en este centro donde se relacionó con otros artistas, entre ellos su mentor, Benjamín Cañas. Su obra en general es rica en conceptos e imágenes que nos llevan a un límite profundo entre el expresionismo y el surrealismo, pero igual forma podemos observar en algunas el tema abstracto.
Sus pinturas presentan paisajes nocturnos de lagos y una religión en escenas de imágenes de curas y de procesiones. Otra temática, son los bellísimos puertos, donde nos entrega su eterno romanticismo. Vemos imágenes de perros y la sensualidad de los caballos, entremezclados en personajes de centauros y perros rabiosos. El talento de César lo ha llevado a encontrar las oportunidades que él buscaba, para poder entregarle a su país lo mejor de sí mismo: su arte.
Otro aspecto que es bueno recalcar en César Menéndez es su voz que clama y llama a la reflexión sobre la urgente necesidad de crear políticas culturales con verdaderos valores humanos y por supuesto con los componentes necesarios que promuevan el bienestar de las personas que dedican sus vidas al arte y la cultura.
Hoy, viene a mi mente su serie titulada “Remolinos”, donde vemos el concepto del nacer, vivir, amar y morir en una vida llena de convulsiones, todo en camas que giran en torno del sentimiento, la existencia y la muerte. Esta serie, para mí, representa nuestro sentir como personas artistas y escritoras, la cotidianidad de nuestros valores, sueños y miedos.
Es tiempo de volver a insistir sobre la inquietud de César y del gremio entero. Insistirle al presidente Salvador Sánchez Cerén para que vele por la seguridad social de una población que permanece invisibilizada y cuyo trabajo no se valora con seriedad.
Necesitamos no solo una ley y un reglamento de Cultura, revisión de leyes, reglamentos y normativas, es urgente que se dé un espacio de honor a la cultura, que el gobierno le otorgue un mayor presupuesto institucional; y hacer comprender a la cultura como una herramienta que nos lleva al desarrollo humano, a la prevención del delito, al combate de la violencia social, la rehabilitación penitenciaria y la accesibilidad de las personas con discapacidad.
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