17.9.13

Razón de la patria actual en Masferrer

Álvaro Darío Lara
Escritor/Poeta
Colaborador de Trazos Culturales

Entre 1928 y 1930, el maestro, periodista y escritor don Alberto Masferrer, dirigió con gran acierto y valentía, uno de los pocos periódicos en nuestra historia, comprometido con la causa de los más desfavorecidos y con una inquebrantable moral  social, nos referimos a Patria.

Desde esta tribuna, Masferrer realizó una fuerte denuncia de los males que nos aquejaban desde las mismas entrañas de nuestra incipiente vida republicana: la falta de acceso a la tierra, la carga tributaria sobre los hombros mayoritarios, mediante los impuestos al alcohol; la protección a las élites por parte del Estado corrupto y corruptor, y en general, la total ausencia de políticas nacionales que asegurarán un mínimo vital para los que conformaban, en su atinada visión, la absoluta razón de la Patria: aquellos que con sus salarios de hambre, amasaban las sólidas fortunas de la república cafetalera.

Masferrer era un intelectual distante de lo que hoy conocemos como la “religión cívica”, es decir, el discurso que construye el imaginario de Patria, fundamentado exclusivamente en el culto mítico a sus símbolos, a través de ceremonias, actos y ritos, que exaltan y fomentan una concepción romántica e idealizada del país, deformando su real historia, y justificando un orden establecido, desde los grupos de poder. Por aquellos años, aún no habían logrado los militares, el secuestro totalitario del Estado, ni construido una cultura oficial, que durante tantas décadas, redujo la Patria a un mes de desfiles patrioteros, donde se glorificaba  y justificaba el ejército opresor. Sin embargo, la mala semilla de identificar Patria con coloridas banderas y nacionalismos baratos estaba ya sembrada.

En su primer editorial, al frente del periódico aludido (Ver: “Obras escogidas Alberto Masferrer”, Tomo segundo, Editorial Universitaria, El Salvador, 1971, pp. 434-437), Masferrer decía en aquel 27 de abril de 1928, lo siguiente: “En este diario la palabra PATRIA, tendrá perennemente una significación muy restringida y muy concreta: significará, en primer lugar y sobre todo, LA VIDA DE LOS SALVADOREÑOS QUE VIVEN ACTUALMENTE. El escudo, la bandera, los próceres, los antepasados, las guerras con los vecinos, Atlacatl, la mitología india y todo lo demás que forman el Ayer, pasará a segundo término, por muy interesante que parezca”.

Y más adelante sentenciaba, con su enérgica convicción de auténtico patriota: “En tal concepto, la salud, el bienestar, la prosperidad, la comodidad, la cultura, la libertad, la paz y el contento de los salvadoreños que viven hoy, es para nosotros el valor supremo, la cosa primordial, intransferible, impostergable; y a obtener, mantener y mejorar esos valores, se caminarán constante y firmemente las actividades de este diario PATRIA. Deseamos que se comprenda bien que no hablamos de símbolos ni de abstracciones: no queremos absolutamente referirnos a la entidad que se llama El Salvador, ni al ser ilusorio, convencional y fantasmagórico que se llama el salvadoreño; no, absolutamente: nosotros hablamos de hombres y mujeres salvadoreños, de niños y ancianos salvadoreños; de personas que viven y trabajan; comen, duermen y visten; sueñan, anhelan y sufren, y para quienes su vida, la vida de cada uno, es un valor insustituible, único, que ningún otro, ni aún todos juntos los demás, podrían nunca compensar”.

Masferrer objetiva la Patria en su rostro más sufriente: los niños, hombres y mujeres que padecen la violencia estructural, víctimas de la irresponsabilidad más honda de las clases privilegiadas y del Estado cómplice y ciego a sus necesidades. En esta misma línea de denuncia y llamado a la reflexión y rectificación social, política y económica, Masferrer tiene dignos continuadores como el poeta Oswaldo Escobar Velado, Monseñor Óscar Arnulfo Romero, el padre Ignacio Ellacuría y muchos salvadoreños  que a lo largo de la historia patria, nos han dejado un luminoso ejemplo de su vocación humana y pacifista.

Lamentablemente estas voces no fueron escuchadas, y por tramos históricos, el pueblo salvadoreño tuvo que escoger el camino de la legítima defensa, sin perder nunca su anhelo de alcanzar la paz, como fruto de la justicia y de la libertad. Y en esto, nuestro himno nacional es elocuente, en su primera y última estrofa: “De la paz en la dicha suprema. / Siempre noble soñó El Salvador; / Fue obtenerla su eterno problema, / Conservarla en su gloria mayor”. “Y en seguir esta línea se aferra/ Dedicando su esfuerzo tenaz, / En hacer cruda guerra a la guerra: / Su ventura se encuentra en la paz/.

A 192 años de la independencia, la Patria vive uno de los momentos más cruciales, ya casi al término del primer gobierno de clara voluntad popular. No ha sido fácil gobernar, con la embestida diaria de los grupos económicos poderosos, representados por las derechas políticas, empresariales y mediáticas, quienes han mantenido una agenda diaria de sabotaje al proceso. Tampoco fue fácil superar las naturales diferencias iniciales al interior del gobierno. Pese a todo, los logros en las áreas de educación, salud, obras públicas, género, juventud, adultos mayores, cultura, turismo, agricultura y otras, están a la vista de todos. Por supuesto que hay desafíos ineludibles en seguridad, trabajo y condiciones económicas, pero estamos seguros que éstas se vencerán, en la medida que los cambios se profundicen en el segundo gobierno del pueblo.

Por primera vez, la nueva cultura cívica, está aludiendo a los hombres y mujeres de carne y hueso, sujetos reales de la Patria. Por primera vez, los actos del 15 de septiembre y las celebraciones a lo largo del mes, han adquirido el verdadero sentido festivo, cultural y popular que merecen.

Ha comenzado desde el 2009, otra historia en El Salvador. El sueño de muchos patriotas, como Morazán, Barrios, Masferrer, Martí, Monseñor Romero, inicia.

De todos y de todas, es responsabilidad cuidar y asegurar el cambio, para así poder repetir desde nuestra propia historia, las palabras proféticas de Presidente chileno Salvador Allende, en su discurso inaugural del 5 de noviembre de 1970, hoy más vivas que nunca a lo largo de toda Nuestra América: “ De los trabajadores es la victoria. Del pueblo sufrido que soportó, por siglo y medio, bajo el nombre de Independencia, la explotación de una clase dominante incapaz de asegurar el progreso y de hecho desatendida de él. La verdad, lo sabemos todos, es que el atraso, la ignorancia, el hambre de nuestro pueblo y de todos los pueblos del tercer mundo, existen y persisten porque resultan lucrativos para unos pocos privilegiados. Pero ha llegado, por fin, el día de decir basta. Basta la explotación económica. Basta a la desigualdad social. Basta a la opresión política”.

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