7.8.13

“El regreso del poeta” de Edgar Alfaro Chaverri


(Como fue publicado el jueves 18 de julio de 2013 en Diario Co-Latino)
http://www.diariocolatino.com/es/20130718/trazosculturales/117988/%E2%80%9CEl-regreso-del-poeta%E2%80%9D-de-Edgar-Alfaro-Chaverri.htm


Álvaro Darío Lara
Escritor/Poeta
Colaborador de Trazos Culturales

Toda escritura poética, todo poema, es prácticamente intraducible fuera de su propia naturaleza como objeto estético-artístico. Podremos asomarnos, desde el análisis literario, a sus particularidades estilísticas, técnicas, lingüísticas; pero, en definitiva, su honda naturaleza artística, humana, no puede ser transmitida lejos de la vivencia única entre el texto y el lector. Y esto es siempre un acto mágico, y quizá, hasta amoroso.

Ya lo decía Federico García Lorca, en su maravillosa página “Poética. De viva voz a Gerardo Diego”, introducción a su “Libro de Poemas” (1921): “Pero, ¿qué voy a decir yo de la Poesía? ¿Qué voy a decir de esas nubes, de ese cielo? Mirar, mirar, mirarlas, y nada más. Comprenderás que un poeta no puede decir nada de la Poesía. Eso déjaselo a los críticos y profesores. Pero ni tú ni ningún poeta sabemos lo que es la Poesía. Aquí está: mira. Yo tengo el fuego en mis manos. Yo lo entiendo y trabajo con él perfectamente, pero no puedo hablar de él sin literatura”.  

Y esto es lo que he experimentado, ahora que finalicé la lectura de “El regreso del poeta” del escritor Edgar Alfaro Chaverri (1958), un sentido poemario, que junto a muchos otros de su producción, integran una obra trabajada con dedicación y esfuerzo, a través de los largos años de su bregar con las palabras. Resulta difícil comentarlo, pues, como en una ocasión me expresó nuestro recordado dramaturgo y amigo Álvaro Menén Desleal (1931-2000): “Nadie sabe todo lo que le costó al poeta llegar hasta ese verso, nadie sabe cuánto tuvo que vivir, cuanto  ha tenido que pagar” ¡Increíble verdad nos dijo Álvaro!  Detrás de los magníficos versos, en su mayoría, de dolor, de desolación, de sucesivas caídas vitales, existe una vivencia incomunicable en su origen y magnitud, salvo por la fuerza de la poesía.

“El regreso del poeta” está conformado por un conjunto muy apreciable de textos poéticos que dan cuenta del tránsito del escritor por los infiernos iluminados y oscuros de las adicciones, y sobre todo, por la búsqueda incesante de la salida posible, que en su caso, se articuló mediante el internamiento dentro de una entidad dedicada a la rehabilitación, pero, particularmente, por su férrea voluntad y fe en el Absoluto, en lo que él considera la Divinidad, que le asistió e insufló fuerzas para beber, más y más luz, con el paso de los días.

Más allá, de este drama humano, como Edgar, es por definición un poeta, que ha escrito y vivido en comunión constante con la Divina Poesía, este episodio de su vida, viene a enriquecer su palabra literaria, y por supuesto, la producción poética nacional.

En “El regreso del poeta” nos situamos frente a un cantor que se desnuda inmisericorde, por esa imperiosa necesidad de escapar del torturante túnel de sí mismo: “¡Señor!/ Que así como lavo este inodoro/laves tú mi corazón…” (Poema: Terapia Ocupacional I) o en este otro, dedicado a León Felipe: “¿Quién iba a pensarlo/ Yo que contaba piedras de crack/ahora cuento estrellas de verdad…/ (Poema Nueva Criatura).

Los poemas de Edgar nos evocan por momentos al Ernesto Cardenal de los Epigramas y de los Salmos, como también al tono lírico-religioso –espiritual- de Oswaldo Escobar Velado y de Francisco Andrés Escobar, únicamente que más concentrado en el verso, más lleno de humor. 

Echando mano siempre de lo conversacional, y en la ruta de la sencillez de Oswaldo y de Francisco Andrés, Edgar nos dice: “ Yo no sé hablar otros idiomas ni otras lenguas/ a no ser el dialecto de la pasión/ no sé profetizar/ ni entiendo de misterios ni de ciencias/ no poseo cosa alguna que puedas regatear/ soy tan pobre que apenas tengo cuerpo/ y lo único bueno que hay de mí/ es mi inagotable fe en Dios…/Mi poesía es otra cosa/ y es la que te heredo –sin reservas-/ con lágrimas calladas/ del más sacrificado amor…/” (Poema Sacrificado Amor, antecedido con una cita de 1ª. de Corintios 13:8). Y ese es otro aspecto en la poesía de Edgar Alfaro Chaverri, su ir y venir de toda la vida, a los grandes poetas bíblicos de Ruth, Isaías, Proverbios, Corintios, Cantar de los Cantares, Santiago, Ezequiel, Génesis, y tantos otros, que han nutrido, hecho soñar y crecer, su poesía.

Conmovedoras son las páginas de su “Prosema existencial a manera de prólogo”, donde nos narra cómo tuvo que echar mano del ingenio para escribir, pese a los rígidos reglamentos que debía guardar en el internado. Veamos a Edgar en esas noches, cuando la luz eléctrica se había extinguido en su pabellón, y surgía nítida otra luz más poderosa: “…así, en la pared junto a mi cama, se formaba una cartilla o página de luz, sobre la cual apoyaba mi cuaderno, y en el más reverente silencio, para no mancillar el sueño de mis hermanos, escribía lo que guardaba emocionado, en la inquieta memoria de mis sienes”.

Distinguimos muchos méritos en esta obra de Edgar Alfaro Chaverri, un gran avance en su desarrollo como poeta, que se vuelve más amo del lenguaje, que es capaz de incorporar el caló popular e identificar su innegable razón poética. Así nos lo muestra plenamente restituido de la dignidad, que muchos le pretenden arrebatar. Detengámonos en los siguientes títulos de los poemas iniciales de “El regreso del poeta”: Paniqueando, Bajón, En aguas, Lamento del drogo enamorado, Pálida y La rebusca.  

La poesía de Edgar Alfaro Chaverri ha ganado mucho en estos últimos tiempos, y con la licencia del amigo, afirmo también que su vida ha ganado mucho. Debo decir, en honor a la verdad, que fue tan gratificante encontrarlo por la ciudad de Alegría, aquel 31 de mayo, cuando paseábamos con Manlio Argueta por el parque; verlo promoviendo su obra, tan recuperado y consciente de su lámpara prudente frente a la enfermedad que lleva él, y que llevamos todos de igual o distinta manera, que no podemos, menos que felicitarle y recomendar ampliamente la adquisición y lectura de “El regreso del poeta” y de sus muchos poemarios. Ya que Edgar efectivamente, ha regresado, y por ello todos estamos de fiesta.

Finalizamos con la última estrofa de su poema “Estampa Campesina”, con el que cierra su poemario: “Y en la madrugada/la Cruz del Sur me asombra sobre el cerro/abrevando mi cansancio con el vino y con el pan/ porque su luz –a través de la ventana-/ se cuela hasta mi cama/iluminando la más bendita poesía/ que amanece junto a mí…/

¡Qué desde los senderos iluminados de la U, hasta tu actual poesía, siga brillando diáfana y divina, la luz de tu palabra, querido amigo, querido poeta, Edgar Alfaro Chaverri!

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