15.3.12

La República que no existe XIII Final

Los días pasaban y las noticias que llegaban de Zacatecoluca, Santiago y San Pedro Nonualco eran cada vez más terribles, hombres mujeres y niños de los alrededores estaban siendo sacados de sus casas, eran ejecutados en los parques o frente a sus casas, antes de asesinarlos, los curas les administraban los santos óleos, luego se apartaban de las familias para no interferir el camino de las balas y los corvo que se llevaban las vidas de aquellos indios por la única razón de ser nonualcos.

La armada enemiga de los criollos, sin embargo, se abstenía de atacar Tepetitán pues se estaba reagrupando y fortaleciendo a base de reclutamiento forzoso y mercenarios de Centroamérica y México. Francisco Morazán  había depositado su confianza en un nuevo Presidente del Salvador que pudiera lidiar con los levantamientos indígenas a causa del despojo de las tierras y los abusos cometidos por los criollos hacia los indios.

En Tepetitán, los guerreros nonualcos ya habían salido y se dividieron en tres grandes grupos, para librar batalla en cada uno de los pueblos que estaban siendo masacrados.

El caudillo Anastasio Aquino dirigía un grupo de guerreros, y mientras salía del pueblo volvió su mirada atrás, para ver su Capital Tepetitán, al pie del gran Chichontepec. 

Por ningún motivo intenté decirle que de esta lucha no volvería, pues estaba seguro que no daría marcha atrás de todas maneras. 

Cuando el gran líder Anastasio Aquino llegó a Santiago Nonualco se encontró con un pueblo desolado, los pocos pobladores que habían sobrevivido aquella masacre se echaron a llorar mientras los guerreros caminaban por las calles, observando con rabia e impotencia los cuerpos mutilados y colgados de ancianos mujeres y niños que yacían expuestos a la luz y el calor de Tecutunal, no pudieron siquiera defenderse, muchos estaban atados con mecates en sus manos y pies.

El líder de los nonualcos bajó de su caballo, caminando llegó a la plaza del pueblo, donde se encontraban apilados más cuerpos de sus hermanos nonualcos. 

"Tayte, mataron a todos los que pudieron, hasta las bestias, porque decían que todo estaba al servicio de los guerreros nonualcos" dijo entre sollozos una anciana que se acercó.

"¿Para donde se fueron?" preguntó Anastasio.
"Dijeron que iban a Tepetitán, se encontrarían con sus demás soldados que estaban escondidos en Apastepeque, se fueron rodeando el Chichontepec al sur" contestó la anciana.
"¡Vamos a Tepetitán, es una trampa!" gritó a Anastasio a los guerreros que le acompañaban.

Apresuraron el paso tomando los senderos que llegaban hasta San Antonio y Guadalupe, al avanzar iban descubriendo que los indios enviados a cubrir las posiciones de vigilancia habían sido asesinados, delatados por los curas que visitaban periódicamente a Anastasio. Por esa razón no informaron del avance de las tropas del gobierno de Joaquín de San Martín, el mismo que había derrocado a Mariano Prado por no haber podido derrotar a los nonualcos liderados por Anastasio Aquino.

Al llegar al pueblo de San Antonio, al poniente del volcán Chichontepec, nos encontramos a un contingente de 600 hombres que nos esperaban para enfrentarnos, era una parte del ejército enemigo. 

Los nonualcos arremetieron con fuerza, sus lanzas de güiscoyol no tenían misericordia de sus enemigos, pero durante la batalla un grupo de militares enemigos salieron de las faldas de los cerros aledaños y sorprendieron a los guerreros nonualcos, el enemigo triplicaba en número a los cansado nonualcos que acompañaban al gran indio Aquino. 

El segundo al mando se acercó a mi durante la batalla, "lleváte al Tayte al cuartél del sur, mientras nosotros aguantámos aqui, los seguimos después" me dijo. Me acerqué a Anastasio y le grité que me siguiera, que sus hermanos guerreros cubrirían su salida, se negó a seguirme, desesperado le grité que me siguiera y mis gritos llamaron la atención de Metzi que se encontraba cerca atendiendo a unos heridos, "¡Metzi, lleváte al extranjero, huyan, que no los agarren!" gritó el gran Tayte, comprendí que era imposible hacer que abandonara a sus hermanos en la batalla.

Uno a uno caían los soldados que se acercaban a Anastasio, pero el número de enemigos era grande y pronto Anastasio se vió rodeado, fué herido en su pierna por un machete enemigo, y entre varios hombres lo trataban de someter, el gran indio Aquino vió impotente como sus hombres eran asesinados a manos de los militares, mientras él recibía machetazos y pedradas, hasta que finalmente cayó inconsciente. 

Metzi me dirigió por veredas y quebradas, corríamos con todas nuestras fuerzas huyendo de los soldados que nos seguían, tras un extenuante recorrido logramos perderlo, seguimos caminando toda la tarde y al caer la noche logramos llegar a Zacatecoluca, para avisar al resto del ejército que el gran líder estaba  prisionero. Pero al llegar a Zacatecoluca, el ambiente era como de un pueblo fantasma a medida que nos adentramos al pueblo vimos horrorizados que el otro grupo de guerreros también había sido exterminado junto a los pobladores indígenas indefensos.

Metzi sentía un nudo en su garganta mientras caminaba entre los cadáveres, no había consuelo, no pude resistir y lloré junto a ella. De una casa grande abandonada por los invasores pude sacar ropa que me hizo parecer un ladino. Después de un descanso nos dirigimos con Metzi a San Vicente, pero a la salida del pueblo ella me hizo ver que necesitaríamos joyas y reales para hacernos parecer visitantes, por esa razón nos dirigimos a la fortaleza del Indio Aquino.

Llegamos a la cueva del Tayte Anastasio Aquino después de descansar en San Rafael Obrajuelo, que también había sido desolado por los militares.

Una vez en la cueva Metzi preparó comida y lavó mis heridas de la batalla. Ambos estábamos exhaustos pero listos para emprender nuestro regreso, tomé unos reales del tesoro de los nonualcos. Pero nuestra partida se vio retrasada por los constantes patrullajes que el ejército enemigo estaba realizando, no podíamos alejarnos de la zona sin ser sorprendidos, tuvimos que desistir hasta que los asedios bajaran de intensidad. 

Tres días después de haber llegado a la cueva, por la tarde llegó uno de los guerreros de Tepetitán, estaba moribundo y al entrar en la cueva dijo: "no salgan, no salgan" y se desmayó.

Metzi lo cuidó con esmero y después de pasar varios días al borde de la muerte a causa de fiebres delirantes, el guerrero se estabilizó. Entonces le dijomos que estábamos listos para ir a San Vicente a preguntar por el lugar donde estaba prisionero el líder Anastasio Aquino. 

El guerrero ensombreció su semblante con tristeza, bajó la mirada y habló por primera vez desde que llegó:

"Extranjero, Metzi, los pueblos nonualcos han sido destruidos, unos pocos lograron huir, la mayoría ha muerto, Tepetitán fué arrasado, no quedo ni un alma, y el Tayte, mi hermano, mi gran amigo Anastasio Aquino está muerto, lo llevaron amarrado de las manos, casi arrastrado hasta San Vicente, ahí lo tuvieron amarrado al Tempisque, durante varios días los criollos del pueblo se acercaron a tirarle piedras, le gritaban que era brujo porque con todo el dolor y las heridas, el sol, la lluvia y el sereno de la madrugada no moría, y cantaba nuestras viejas canciones en la lengua de nuestro pueblo en la madrugada llegaban varios indios de los alrededores a cantar con él y a consolarlo, siempre gritaba ¡que viva la República Nonualca! para molestar a los soldados. Después le quebraron las piernas, los brazos y lo ahorcaron, cuando lo bajaron para enterrarlo los criollos dijeron que como había pasado invocando a los demonios podía ser que reviviera, entonces le cortaron la cabeza para más seguridad, ahorita la cabeza del Tayte está puesta en una estaca a la entrada de San Vicente, y los zopes llegan a comer sus carnes, no se sabe donde enterraron su cuerpo. Una noche antes de que lo colgaran me acerqué y canté con él las canciones que las abuelas nos enseñaron cuando éramos cipotes y entonces me dijo que le diera un mensaje a Metzi"

Guardé silencio, no pude pronunciar palabra, Metzi lloraba y preguntó cuál era el mensaje, el guerrero nonualco continuó: "Dijo que Metzi debía salir del territorio nonualco, y que buscara a la familia Ama en Izalco, ellos la esconderán y ayudarán hasta que el sufrimiento de nuestro pueblo pase".

Metzi asintió resignada, me miró y me dijo que era el momento de regresar a mi tiempo y a mi gente, además me pidió que hiciera lo que fuera posible para que la memoria de las luchas de los nonualcos no fueran olvidadas. Le aseguré que el tiempo le haría justicia a los nonualcos y sus caudillos. Entonces tomó el Balam de mi cuello, y lo lanzó con todas sus fuerzas al fondo de la cueva y me dijo "¡ahora a correr con todas tus fuerzas!". Le obedecí, y corrí hacia la oscuridad, grité el nombre de Anastasio con todas mis fuerzas y cerré los ojos... sentí que llegué a un bordo y el suelo se terminó, caí al vacío pero no era una altura de más de un metro, al abrir los ojos me encontré frente a la piedra esculpida del bosque El Imposible. Me levanté rápido salí corriendo y de pronto todo me era familiar, llegué a la casa de los guarda parques, y sin decir nada tomé mis cosas y salí a mi casa, no pude conciliar el sueño dos noches seguida pensando en Anastasio Aquino y Metzi.

Una mañana recibí una llamada de mi tío Beto, me dijo que tal vez me interesaría saber que había hecho una investigación y había encontrado la tumba de Anastasio Aquino en el cementerio general de San Vicente.

El fin de semana salí para el lugar indicado, me reuní con el tío Beto que estaba acompañado de un anciano que se identificó como oriundo de Izalco, cuando le dije mi nombre al izalqueño, me sonrió y extendió su mano para darme algo... "mi bisabuela murió de 100 años y le contó a mi abuela muchas historias, su nombre aparece en una de esas historias" me dijo, abrí mi mano y descubrí el Balam que Metzi lanzó al fondo de la cueva, le pregunté al anciano si por casualidad su bisabuela se llamaba Metzi... volvió a sonreir. 

En compañía del anciano y mi tío presencié la apertura de la tumba. Era un esqueleto sin cráneo, con piernas y brazos quebrados, el pantalón y la camisa de manta eran los que El Tayte llevaba puestos el día que lo capturaron, los pude reconocer.

Guardé silencio, mientras observaba el último reducto de la República Nonualca, una porción de tierra con los restos de un hombre bueno, un caudillo, un héroe que hasta en los últimos momentos de su vida soñó con glorificar y engrandecer la República de los Nonualcos, en donde se respetara a las mujeres y se castigara a los que usurparan la tierra a los indígenas... La República que nunca llegó a existir.

Anastasio, amigo... he cumplido.

FIN

Dodo.


1 comentario:

Unknown dijo...

Me encantó la historia, mística y real, ahora es de mis favoritas... fantástica, te felicito...