Era de conservarlas junto al corazón,
celosamente bajo el misterio de siete
candados,
confiarlas a los viejos guardianes de
los sueños.
No debieron dejar las llaves al paso.
Yo que obedecí paciente a mi sombra,
que palpé dos veces el corazón amado
para saberlo mío,
ahora resbalo en grises sin agarrar
el paso,
nada es sutil aún besando la frente
hermana.
Ya nadie reconoce las manzanas llegadas
del Edén,
desconfiamos del ángel vendedor de
rosas,
huérfanos vamos por una senda ya
borrada,
la desazón planta sus fieras y pinta
antorchas.
Intento olvidar pero todo viene de
golpe.
Voy de un punto cardinal a uno
visceral,
una sed en la que tropiezo dicta la
regla,
a nadie embelesa el beso más mío.
Los bandidos andarán de tambores
pregonando,
engolosinándose hasta perder el rumbo
de regreso,
internándose en el antiguo vicio de
cultivar lo oscuro,
caminarán alzando la copa que los
volvió fugaces.
Grito al universo para que entreguen
las llaves,
que las depositen en el blancor de
aquel sueño.
Enfurecido reclamo a las bestias del
viento.
Que alguien diga cómo abrir el
portón,
cómo volver al tiempo de campanas y
de asombro,
al jardín donde la luciérnaga era
nuestro faro.
¡Oh, luz de la infancia!Por: Mario Noel Rodríguez
Tomado de "IRAKUNDIA"
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