12.1.12

Solsticio entre las piedras misteriosas


Por: Ricardo Lindo

Para quienes no leyeron mis anteriores artículos hago un recuento minimalista: Un científico de una fundación inglesa, la Bradshaw fundation (ver en internet) decidió hace unos años que los megalitos de Corinto, en el departamento de Morazán, eran producto de la extinción de un antiguo lago. Los especialistas que llegaron después aceptaron su afirmación
sin más.

Estos megalitos consisten en gigantescas piedras situadas sobre gigantescas piedras y se encuentran en un terreno privado, en una planicie cercana a cueva del Espíritu Santo célebre por sus pinturas rupestres. Detrás (hacia el oriente) hay un paredón pétreo y sube la montaña. Hacia el poniente la vemos descender y vemos sembradíos, un valle inmenso, otras montañas. Sí esto fue obra de un antiguo lago, o paleolago para utilizar el bello término científico, ¿por qué formaciones similares se encuentran distribuidas por el norte de El Salvador? ¿Habría que creer que el fantasioso y creativo paleolago, que se entretuvo depositando rocas de varias toneladas sobre otras a manera de mesas,  ocupó toda nuestra frontera norte? Al mostrarnos los megalitos de Corinto, el guía, don Argelio Álvarez, nos hizo ver que siguen todos un mismo patrón. La roca superior se apoya en dos puntos y hay un vano al centro. Hay dos claras alineaciones, una de tres megalitos y otra de cuatro, y varios otros dispersos, dos de los cuales presentan forma de hongos.

Yo iba a la localidad (enviado por la Dirección de Investigaciones de la Secretaría de Cultura) en un proyecto de historia del arte que se centraría en las pinturas de la cueva del Espíritu Santo, mas al contemplar los megalitos quedé convencido de que se trata de obras humanas y desvié mi punto de mira. Sospeché que la respuesta estaba en los cielos. Las alineaciones podrían corresponder al cinturón o a la espada de Orión. Logré que me acompañara Jorge Colorado, a quien no conocía. Él es antropólogo pero ha enrumbado su interés a la arqueoastronomía y  es socio fundador de la Asociación Salvadoreña de Astronomía. Hace poco obtuvo un resonante éxito al demostrar que en el sitio arqueológico de Sihuatán una plataforma se halla orientada hacia el ocaso del sol el día del paso cenital. Siendo catedrático de la sociedad y cultura mesoamericanas en la Universidad Tecnológica, reserva un mes completo para enseñar arqueoastronomía a los futuros arqueólogos. Él aceptó acompañarme llevado únicamente por su interés en la ciencia.

Observó primero los dólmenes con escepticismo. Se subió a uno de la alineación más larga, provisto de una brújula. Al bajar, estaba dubitativo. Me comunicó que están alineados estrictamente de norte a sur. Después el guía lo condujo a la llamada cueva  del Duende. Nuevamente hizo uso de la brújula. Me comunicó que la alineación es más larga. Da hacia el norte con una pared de piedra tras de la cual se encuentra esta cueva, de manera que no estamos ante cuatro, sino ante cinco elementos. Es muy difícil -dijo- que esto sea obra de la casualidad y añadió: Creo que estamos ante un observatorio astronómico.

Hizo mediciones que lo confirmaron en su idea. Pensó que las piedras sureñas de la alineación registraban los solsticios mientras otro megalito menor, unos pasos tras ellas, los equinoccios. Pasaron los días, otros especialistas intervinieron. Convinieron en que estas formaciones difícilmente podrían ser una mera casualidad geológica. Pero ya habían comenzado las lluvias y el agua y las nubes nos defraudaron. No fue posible registrar los ocasos del siguiente equinoccio y el siguiente solsticio.

Ayer, 21 de diciembre de 2011, tuvo lugar el solsticio de invierno para el hemisferio norte y fuimos con el profesor Colorado. El sol del ocaso desmintió sus cálculos pero no su intuición.  Se extinguió al centro del megalito que él creía marcar los equinoccios. Los otros dos que se adelantan parecen hacer oficio de centinelas. Tras las fotos que lo documentan, volvimos sobre nuestros pasos. Un centenar de metros más allá encontramos la otra alineación, que no había sido objeto de mediciones. Es otro marcador. Sobre la roca central se hundía el sol. Está custodiada por otros dos megalitos centinelas. Por alguna razón que se me escapa no registró mi cámara este evento que refuerza al anterior, de modo que deberán conformarse con mi palabra, pero creo bastante elocuentes las fotografías del primero, mostrando la caída del sol y la privilegiada situación del megalito del solsticio entre sus custodios. Va asimismo una foto de la segunda alineación.

Todo esto refuerza la idea de que estamos ante creaciones humanas y, si es así ¿quiénes fueron sus creadores? ¿qué indujo a una civilización desconocida, centurias o acaso milenios atrás a honrar de tal forma al solsticio de invierno? ¿qué secretos resguardan los otros megalitos? y ¿qué sorpresa nos deparará, en marzo, la llegada del equinoccio?

A los doscientos años del primer grito de independencia, a los treinta años del asesinato de un obispo ante el altar al momento de la consagración, próxima la conmemoración de los veinte años de los acuerdos de paz,  creo que el firmamento otorga a El Salvador un regalo misterioso.



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* Ricardo Lindo, escritor salvadoreño que forma parte del equipo de investigadores de la Dirección Nacional de Investigaciones en Cultura y Artes, desde donde dirige la revista ARS.

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