19.9.11

La república que no existe VI



Mientras esperaba a que Anastasio terminara su reunión, se me acercó una india y me ofreció una taza de chocolate, lo tomé de inmediato al ver la taza humeante, al dar las gracias levanté la vista hacia la amable mujer, que estaba parada frente a mi; entonces descubrí unos hermosos ojos negros que me miraban con atención. La india me sonrió y rápidamente me incorporé frente a ella para preguntar su nombre, se llamaba Meztli, porque había nacido una noche de luna llena, cerca de Atecozol. Debo decir que era una mujer bella, y me hizo compañía mientras los líderes terminaban de discutir las nuevas estrategias a seguir. Parecía que un cura y otro hombre que parecía una persona importante trataban de convencer a Anastasio que se entregara, y que de esa manera podría conseguir piedad para sus padres y familia y una muerte rápida y sin dolor.

Los ladrones que se habían apropiado de las tierras de los nonualcos estaban decididos a cazar al gran Anastasio, pero él y su ejército estaban dispuestos a dar su vida a cambio de vivir en libertad y recuperar la tierra de sus antepasados que los hijos de Tonatiuh habían tomado de forma mezquina.

Esa tarde y noche se decidió descansar para reponer energías de las faenas anteriores. De esa forma tuve la oportunidad de conversar más con Meztli, mientras hablábamos me dijo que me mostraría todos los caminos y escondites que el ejército de los nonualcos utilizaban para emboscar y esconderse de los soldados. Esa tarde también tuve tiempo de conocer más de cerca la vida en la República nonualca. De hecho me sorprendió la paz y quietud del lugar. Meztli me hizo una reseña histórica de la forma en que Anastasio había entrado triunfal a Tepetitán y la expulsión de los acaudalados terratenientes que se habían apropiado de la tierra y sus habitantes. Yo le ponía atención extasiado por su belleza y amabilidad.

Mi acompañante y yo conversamos casi toda la noche, y a la primera hora de la mañana, cuando el sol despuntaba el alba el ejército de los nonualcos empezó a prepararse para salir, habían recibido noticias de que un terrateniente había pagado un grupo grande de soldados, los había armado y con ellos había sacado de sus tierras a un grupo de nonualcos, a los que había atado a unos árboles de guayaba y estaban azotando a los ancianos, a las mujeres a los hombres e incluso a los niños. El ejército se disponía a liberar a los ciudadanos de la República nonualca que estaban en angustioso sufrimiento, y esa noche sería su liberación se acercaba. Me preparé para salir con el ejército, esta vez no sería un testigo, pues le pedí a Anastasio participar directamente en las acciones, tuve una respuesta positiva y se me entregó una lanza, un machete y una ondilla, para tirar piedras. Mi armamento estaba listo y yo estaba dispuesto a entregarme a una lucha heróica por un pueblo que me había cautivado, en especial una ciudadana llamada Meztli.


Por: Dodo

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