Un día, mamá levantó muy temprano al niño, lo
vistió con una camisa blanca, le puso un pantalón azul y se lo llevó caminando
hasta llegar a un kínder cerca de la casa, para después pasar por la clínica
del doctor a revisar su pancita, pues estaba esperando un bebé. El niño hizo
nuevos amigos en el kínder, jugaba en recreo de policías y ladrones y corría
junto a sus nuevos amigos, pero también extrañaba estar con su abuelita.
Durante las clases el niño se sentaba en una pequeña silla con una mesa al
frente y descubrió que una linda niña de cabello rizado se sentaba en la mesa
de la derecha junto a él; el niño se sorprendió de la belleza de la niña, a
veces la miraba con tanta insistencia que la profesora le llamaba la atención
muy tiernamente, y decía alguna broma que hacía reír al niño y a todos sus
compañeros.
La niña que se sentaba junto al niño se llamaba
Jessy Miel y compartía junto al niño a la hora de la comida su pan con margarina,
él le daba una galleta a ella. El niño seguía extrañando a su abuelita por las
mañanas, pero le gustaba ir al kínder a jugar con sus amigos y a compartir su
comida con Jessy Miel.
Una mañana, la profesora recibió al niño en la
entrada, lo tomó de la mano, y lo llevó directo al aula, ahí estaba esperando
la Directora, una anciana muy gruñona que siempre le llamaba la atención y le
pegaba a los niños. La Directora habló con la maestra acaloradamente, mientras
miraba al niño con ojos de molestia y enojo; al final de la conversación, la
profesora se volvió hacia el niño tristemente y le dijo: -“pero quédate con
nosotros hasta después del recreo, después te irás, dile a tus papitos que
deben pagar para que sigas aqui”- el niño no dijo nada, no entendió, solo
siguió a la maestra al patio para disfrutar del recreo con sus compañeritos.
Mientras el niño corría felizmente por el patio,
la Directora del kínder se acercó a él, gritando y haciendo ademanes violentos
con sus brazos, -“¿que no te dije que te fueras sinvergüenza? ¡Fuera de aquí!”-
le decía la anciana Directora. El niño se dirigió caminando callado hacia su
salón de clases, ante el asombro y desconcierto de sus compañeritos de juego,
sacó sus cuadernos de la mesita y salió hacia la calle, pensando que no podría
compartir la comida con Jessy Miel.
La profesora, que había observado lo que pasó,
detuvo al niño un momento en la acera frente al kínder, y después de hablar con
una señora que vendía frutas, ésta tomó de la mano al niño y lo llevó a su
casa, donde lo recibió la abuelita, que después de una breve discusión con la
señora, se acercó al niño y le dijo: -“yo te enseñaré a leer y a escribir, no
necesitas ir a ese kínder”-.
Al siguiente día por la mañana, en lugar de ir al
kínder el niño se levantó temprano y su mamá le dijo que se fuera donde su
abuelita, y el niño feliz y presuroso corrió a comer pan dulce con café como
antes, la abuelita sacó unos libros y el cuaderno del niño y le empezó a
enseñar un canto de las vocales, un día después, un canto de las consonantes,
la canción de los números, el niño estaba aprendiendo a leer, pero recordaba a
Jessy Miel, y pensaba ir a compartir pan con café, para que no se quedara con
hambre en el recreo. Una tarde el niño lloró porque pensó que nunca volvería a
ver a Jessy Miel, ya que escuchó a su abuelita decir que no lo enviarían más al
kínder por falta de dinero, pues papá estaba sin trabajo y aún no había podido
encontrar uno.
El niño siguió aprendiendo a leer y escribir en
casa de su abuelita, también se encargaba de regar y cuidar un pequeño arbolito
con la esperanza de que cuando creciera, le daría monedas y billetes para
entregarlos a sus padres y poder ir de nuevo al kínder.
Una tarde, mientras el niño comía pan dulce con
café, la abuelita le dijo: -“hoy mamá te tiene una sorpresa”- el niño estaba
ansioso, pues tenía tres días de no ver a su mamá.
El niño salió al encuentro de su mamá que entraba
a la casa, y se sorprendió, abrió sus brillantes ojitos negros y saltó de
alegría al ver que mamá traía en brazos una bebe; le dijo su mamá que era su
nueva hermanita.
El niño abrazó a mamá y le dio muchos besitos en
la frente y en la mano a su hermanita recién nacida, cuando la abuelita y el
niño le preguntaron a mamá cómo se llamaba la niña, mamá respondió: -“se llama
Jessy Miel, un día vi el cuaderno de mi niño y observé que había escrito sus
primeras palabras, entre esas palabras estaban los nombres de papá, mamá,
abuelita y al final, Jessy Miel, y me gustó tanto ese nombre que se lo puse a
la niña”-
El niño y su hermanita jugaron juntos en casa de la abuela, donde recibían la visita de la ex compañerita del kinder, para compartir galletas por las tardes.
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